Desde el año 2000 aumentaron sostenidamente las capturas de pota de nuestra flota artesanal, lo que supuso el soporte para el aprovisionamiento de la industria de congelados y el mercado nacional. Rápidamente, esta pesquería se posicionó en el sector como primera por la generación de empleo y segunda por volúmenes de captura. Asimismo, ganó notoriedad al generar ingresos por exportaciones -que en 2018 llegaron a 622 millones de dólares- y su presencia en la mesa popular.
Esta actividad, no obstante, tiene asuntos medulares por atender. La flota aún cuenta con altos niveles de informalidad, su reglamento de ordenamiento está desactualizado, se requiere desarrollar más investigaciones para conocer al recurso y definir estrategias para pescarlo responsablemente.
El punto crucial de la agenda es la formalización de la flota. En un alto porcentaje, quienes pescan el recurso carecen de esta condición. El problema se arrastra desde hace muchos años y la postergación de su solución ha impedido avanzar en otros temas relevantes para la mejora de la pesquería.
Actualmente, luego de proyectos truncos y mesas de trabajo que no lograron resultados, se cuenta con dos caminos para lograr la formalización de estas naves. Puede que estos caminos no sean perfectos, pero son las alternativas que están sobre la mesa. Sin embargo, este proceso no marcha a la velocidad adecuada. Las demoras radican principalmente en la emisión de nuevos certificados de matrícula de las embarcaciones y protocolos de habilitación sanitaria. Para solucionar estos cuellos de botella, es imprescindible que Dicapi, Sanipes y Produce designen el número de funcionarios adecuado para culminar las gestiones que permitan finalizar la tarea.
Concluir esta etapa descargará la agenda de pendientes de esta pesquería del principal punto en que ha caído en el último lustro. Además, permitirá abordar el siguiente ítem: cómo lograr que funcione bajo estándares de manejo adecuados y reconocidos mundialmente. Para esto, es vital definir objetivos comunes pensando a largo plazo y con visión de país.
Adicionalmente, será necesario atender otros tópicos. Deben mejorar las prácticas de conservación de los recursos para garantizar su inocuidad desde el origen. Se precisa programar los desembarques para estabilizar los precios del recurso, y así lograr que el pescador obtenga el máximo beneficio económico producto de su labor (una ordenanza regional vigente determina un máximo de 8 toneladas de captura por faena). Asimismo, para mantener y expandir el acceso a los mercados de exportación hace falta que se mejoren los sistemas de monitoreo -incluida la vigilancia satelital-, lo que a su vez garantiza la trazabilidad y minimiza la pesca ilegal, no declarada y no reglamentada.
Nuestro país reporta el 16% de las capturas de calamares en el mundo y el 13% de sus exportaciones. La pota es un recurso explotado por la flota artesanal que ha sostenido el crecimiento del sector durante los últimos 15 años y podría seguir haciéndolo. Hace falta actuar con orden y cerrar procesos que parecen eternos. Solo con el esfuerzo armonioso de trabajadores, autoridades, empresarios y academia podremos consolidar una pesquería sostenible de la cual sentirnos orgullosos.