El futuro de la alimentación está en el mar, pero solo si lo cuidamos. Combatir el hambre debería ser nuestra prioridad como especie, y el océano, con su inmensa riqueza, puede ser parte de la solución.
Según los últimos reportes de la FAO, 828 millones de personas en el mundo padecen hambre crónica, una cifra alarmante que nos recuerda la urgencia de actuar. Combatir el hambre debería ser nuestra prioridad como especie, y el océano, con su inmensa riqueza, puede ser parte de la solución.
En un contexto donde las tierras de cultivo son cada vez más insuficientes y la industria ganadera genera grandes cantidades de contaminación, el uso sostenible de los recursos marinos se presenta como una alternativa viable. El océano puede ser nuestra despensa para siempre, pero solo si lo cuidamos. No solo es una cuestión de estrategia y sentido común, sino de supervivencia.
Una de las principales amenazas al océano es la explotación petrolera. En Perú, por ejemplo, los pescadores del norte han alertado en repetidas ocasiones sobre la constante contaminación por fluidos de las plataformas petroleras, poniendo en riesgo la biodiversidad de la costa norte, una zona que alberga gran parte de la riqueza biológica del país.
Mientras que la alimentación en Perú se convierte en un asunto cada vez más urgente, la actividad petrolera está en declive. La extracción de petróleo en el zócalo continental se encuentra en su fase final, representando solo una pequeña fracción de las reservas totales del país y generando un impacto ambiental mayor que otras zonas.
Es hora de replantear nuestro modelo energético, actualmente dependiente de los hidrocarburos, y apostar por alternativas sostenibles como la energía eólica. Expandir la red de parques eólicos, como los de Talara, Cupisnique y Marcona, es crucial para diversificar nuestra matriz energética. El sistema nacional integrado juega un papel fundamental en la factibilidad de estas iniciativas, superando las limitaciones del consumo local/regional con alta morosidad.
Funete: RPP