Las certificaciones pesqueras a las que nos referimos aquí no son las que otorgan las normas ISO u otros sistemas de certificación, que se relacionan con los procesos y el ambiente, la calidad, la inocuidad del producto final, la gestión de los riesgos u otros aspectos.
Hace algunos años, cuando en el Perú se inició el intercambio de opiniones acerca de su pertinencia, se solía confundir la naturaleza de las certificaciones de las pesquerías. Estas se refieren al cumplimiento de determinados estándares en la extracción y/o gestión de las pesquerías de determinadas especies, que requieren una acreditación de cumplimiento. No tiene nada que ver con certificación alguna del producto que se obtenga con esas especies.
La certificación con mayor reconocimiento comercial a nivel global ha establecido estándares, agrupados en tres principios, que se relacionan con la gestión de la especie que se pesca, las interacciones ecosistémicas de esta actividad y la gobernanza, es decir, la capacidad de cumplimiento de los dos principios previos.
¿Por qué son importantes estos procesos? La primera razón es que forman parte creciente de las decisiones comerciales globales, principalmente en los mercados más solventes. Actualmente, las grandes cadenas de retail las impulsan. Por ejemplo, importamos anchoíta o anchoveta argentina, que cuenta con una certificación pesquera para terminar el proceso y exportarla como anchoa en salazón, con el sello de la certificadora en su empaque.
La segunda razón (y para mí la más importante) es porque obliga a adoptar y/o explicitar medidas de manejo que contribuyen a la sostenibilidad de esas pesquerías. El cumplimiento de dichos estándares generalmente lleva a mejorar la calidad de la gestión pesquera, que tendrá efectos positivos en la sostenibilidad a largo plazo de estas actividades. Cabe resaltar que, la eficacia de la certificación, en términos de sostenibilidad, dependerá de los gobiernos y las empresas involucradas, y no de un sello o certificado.
Desde hace varios años, y de la mano con empresas, consultoras y diversas ONG, ya se han iniciado estos procesos en algunas de las pesquerías del Perú, donde los recursos pesqueros son una fuente importante de ingresos y empleo. Podemos resaltar el caso de la anchoveta, que cuenta por lo menos con 3 preevaluaciones y proyectos de mejoras, al igual que el perico y la merluza, cada una con su propia dinámica y rendimiento específico frente a los estándares de contraste. Sin ir más lejos, el Centro para la Sostenibilidad Ambiental de la Universidad Peruana Cayetano Heredia (CSA-UPCH) realizó, en el 2010, una evaluación de los estándares del principio de gobernanza, que no formó parte de una evaluación para la certificación, pero que sí tuvo como propósito conocer la situación de la pesquería de anchoveta respecto a estos estándares. Sin duda alguna, podemos ver avances respecto a dichos años; no obstante, nuevos desafíos han surgido, que necesitarán abordarse en los procesos actuales y futuros.
Asimismo, es importante proponer metas similares en el mercado local. Quizás no a través de certificaciones de esta naturaleza, pero sí resultaría útil para nuestro contexto, promover que los diferentes supermercados y el sector de gastronomía marina avancen de manera sustantiva en la identificación del origen de sus ofertas, cumplimientos de vedas y tallas mínimas. La explicitación de estas medidas podrá tener un rol similar al de la certificación formal, en la medida que alentará buenas prácticas pesqueras para abastecer estas demandas.
Otro componente clave, en nuestro contexto nacional, es hacer más efectiva la capacidad de monitoreo y control de las pesquerías, tanto del gobierno central como de los gobiernos regionales.
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