Las vedas son prohibiciones temporales cuyas particularidades las hacen funcionales tanto al ciclo biológico de los peces como al criterio pesquero y comercial de los pescadores. Urge prestar atención a este tema y demandar un compromiso de empresarios y de consumidores por igual.
Entender los ciclos marinos no es fácil, pero es un trabajo que no debe detenerse. De hecho, las vedas en el litoral peruano se han ido ampliando en los últimos dos años, adoptando especies que antes no necesitaban protección ante la sobreexplotación. Sin embargo, aunque pueda sonar alarmante, estas vedas se realizan con cierta eficacia, de modo que cada una se aplica por zonas y por tiempos variados.
Es así como estas prohibiciones legales y temporales en el Perú se pueden catalogar en dos grandes grupos: las vedas pesqueras; y aquellas de tipo biológico.
Las primeras son vedas que se establecen cuando determinadas pesquerías han alcanzado la cuota establecida. Ha sucedido en el pasado con la anchoveta y otras especies; y recientemente con el bonito. Primero se aplicó una veda debido al cumplimiento de cuota, para luego imponer una veda parcial (para determinados aparejos) hasta el 31 de diciembre.
Por otro lado, están las vedas de tipo biológico, que pueden ser largas –de tres meses a más– y que permiten el crecimiento de la especie, entendiendo sus fases críticas y las estaciones de reproducción. Actualmente, este tipo de veda es la más extendida, debido a que se están incluyendo nuevas especies que antes no se protegían. Por ejemplo, el camarón de río, las conchas negras y, desde hace poco, perico y chita, ninguna de ellas tiene cuota pesquera.
También hay vedas bilógicas cortas de 3 a 5 días, las cuales obedecen a la presencia de abundantes juveniles (peces que aún no alcanzan el tamaño suficiente para reproducirse, este tipo de medidas son adoptadas en la pesca de anchoveta) y se establecen vedas para un espacio específico. Aquí la veda funciona como un mecanismo de redistribución de las especies, haciendo que los adultos se vayan reagrupando en zonas diferentes. Porque en la pesquería industrial del Perú existen grandes capturas, como es el caso de la anchoveta, que vive moviéndose en cardúmenes gigantes. Y detrás de ellas, algunos centenares de embarcaciones pesqueras.
Demanda y consumo
Este mayor uso de ambos tipos de vedas nos habla también de cambios en el modo en que consumimos pescados y mariscos en el Perú. Aunque no hay estudios puntuales sobre el modo en que los restaurantes impulsan las demandas específicas de ciertas especies, lo cierto es que las vedas para determinadas especies se han hecho necesarias tras el boom gastronómico peruano, en especial el marino.
Si bien hay otros mecanismos –como las tallas mínimas, desde el Ministerio de la Producción– las vedas han demostrado ser útiles, siempre que sean consistentes. Por ejemplo, las vedas tienen que abarcar todas las zonas en donde existe el recurso y no solo en la fase de extracción sino también de comercialización.
Pero esto solo puede hacerse conociendo más a fondo aquellos ciclos biológicos que permitan establecer regulaciones legales, no necesariamente nuevas, sino particularmente más específicas y mejor vinculadas con la extracción. A ellas debe añadirse las campañas orientadas al consumidor, para que no las solicite en ese periodo.
De otro modo, tanto la industria pesquera como los pescadores artesanales tomarán decisiones inadecuadas y poco sostenibles en el tiempo, incluido el fraude marino, debido a la sustitución de especies muy demandadas y poco encontradas, tal como detalló Oceana en un reciente estudio, lo que crea una falsa percepción de abundancia.
Así, en una actividad tan cambiante como la pesquera, son nuevos contextos ambientales o exigencias de mercado las razones principales para ampliar la investigación y su posterior uso en la administración pesquera, que redundará a su vez, en la sostenibilidad de los emprendimientos económicos de los involucrados en ellas.