Era un día cualquiera, de cielo encapotado, a decenas de kilómetros del Puerto de Salaverry (Trujillo), en medio del mar. Paúl Marroquín Cundia tenía todo listo para empezar. A bordo de su embarcación, el Karinko, en plena faena de pesca, empezó a reunir los desperdicios que producía a diario, luego de consumir sus alimentos. A su retorno a tierra fue a dejarlos al desembarcadero para que el camión de la basura se los llevara.
Era el año 2012. Paúl se había atrevido a hacer algo a lo que le daba vueltas hace tiempo. Lo movía el interés de preservar el mar y las especies acuáticas. No concebía que los pescadores echaran por la borda los desechos de sus comidas y contaminaran el medio en el que trabajaban.
Para esta práctica solo necesitaba un saco de polipropileno, que no representaba un gasto significativo, y un poco de paciencia. Su iniciativa no fue respaldada desde el inicio. Solo tuvo el apoyo de su hermano Carlos y de sus compañeros del Karinko. No se desanimó. Con el apoyo de su familia elaboró un video caseroque colgó en YouTube para crear conciencia ambiental entre sus colegas.