A los conservacionistas les preocupa que la medida pueda ser un paso hacia una mayor caza de ballenas.
Luego de batallar por años para promocionar sus productos en medio de las protestas de los conservacionistas, un operador ballenero japonés halló una nueva forma de atraer clientela y aumentar sus ventas: máquinas expendedoras de carne de ballena.
La Tienda Kujira (Ballena), un punto de venta sin personal que abrió recientemente en la ciudad portuaria de Yokohama, cerca de Tokio, tiene tres máquinas para sashimi de ballena, tocino de ballena, piel de ballena y bistec de ballena, así como carne de ballena enlatada. Los precios oscilan entre 1,000 y 3,000 yenes (7,70 a 23 dólares).
El establecimiento cuenta con máquinas expendedoras blancas decoradas con ballenas de dibujos animados y es la tercera sucursal que se lanza en la región de la capital japonesa. Se inauguró el martes después que se abrieran otras dos en Tokio a principios de este año como parte de la nueva campaña de ventas de Kyodo Senpaku Co.
Durante mucho tiempo, la carne de ballena ha sido una fuente de polémica, pero las ventas en las nuevas máquinas expendedoras han tenido un buen arranque, indicó el operador. Las protestas contra la caza de ballenas han disminuido desde que, en 2019, Japón puso fin a sus muy criticadas cacerías de investigación en la Antártida y reanudó la caza comercial de ballenas frente a las costas japonesas.
A los conservacionistas les preocupa que la medida pueda ser un paso hacia una mayor caza de ballenas.
“El problema no son las máquinas expendedoras en sí, sino a qué pueden llevar”, dijo Nanami Kurasawa, directora de la Red de Acción Iruka & Kujira (Delfín y Ballena).
Kurasawa subrayó que el operador ballenero ya está pidiendo permiso para aumentar sus capturas y expandir la caza de ballenas fuera de las aguas designadas.
Kyodo Senpaku espera instalar máquinas expendedoras en 100 puntos de venta en todo el país en cinco años, de acuerdo con el portavoz de la compañía, Konomu Kubo, a The Associated Press. Un cuarto abrirá en Osaka el próximo mes.
La idea es instalar máquinas expendedoras cerca de los supermercados, donde la carne de ballena no suele estar disponible, para desarrollar la demanda, una tarea crucial para la supervivencia de la industria.
Las principales cadenas de supermercados prácticamente se han mantenido alejadas de la carne de ballena para evitar las protestas de los grupos contra la caza y se mantienen cautelosas a pese a que el acoso de los activistas ha disminuido, afirmó Kubo.
“Como resultado, muchos consumidores que quieren comerla no pueden encontrar ni comprar carne de ballena. Lanzamos máquinas expendedoras en tiendas sin personal para esos consumidores”, explicó.
Funcionarios de la compañía señalan que las ventas en los dos puntos de Tokio han sido significativamente más altas de lo esperado, lo que mantiene al personal ocupado reponiendo productos.
En la tienda del distrito Motomachi, en Yokohama —una elegante zona comercial cerca de Chinatown— la clienta Mami Kashiwabara, de 61 años, fue directamente a comprar tocino de ballena, el favorito de su padre. Para su decepción, estaba agotado y tuvo que conformarse con onomi congelado, carne de rabo que es considerada un exótico manjar.
Kashiwabara dice estar enterada sobre la polémica respecto la caza de ballenas, pero señala que esta le trae recuerdos de la infancia cuando se comía en cenas familiares y almuerzos escolares.
“No creo que sea bueno matar ballenas sin sentido. Pero la carne de ballena forma parte de la cultura culinaria japonesa y podemos respetar la vida de las ballenas apreciando su carne”, comentó Kashiwabara. “Sería feliz si pudiera comerla”.
Kashiwabara explicó que planeaba compartir con su esposo un trozo de tamaño regular de 3,000 yenes (23 dólares), cuidadosamente envuelto en una bolsa para congelar mientras toman sake.
La carne proviene principalmente de ballenas capturadas en la costa noreste de Japón.
Japón reanudó la caza comercial de ballenas en julio de 2019 después de retirarse de la Comisión Ballenera Internacional (CBI), poniendo fin a 30 años de lo que llamó caza de ballenas para investigación, una actividad criticada por conservacionistas como una tapadera para encubrir la caza comercial prohibida por la CBI en 1988.
Bajo la caza comercial de ballenas en su zona económica exclusiva, Japón capturó el año pasado 270, menos del 80% del límite y menos que la cantidad que llegó a cazar en la Antártida y el noroeste del Pacífico como parte de su programa de investigación.
La disminución se debió a que se hallaron menos ballenas minke a lo largo de la costa. Kurasawa dice que debe examinarse el motivo de la captura inferior para ver si tiene relación con la caza excesiva o el cambio climático.
Si bien los grupos conservacionistas condenaron la reanudación de la caza comercial de ballenas, algunos lo ven como una forma de permitir que el asediado y costoso programa ballenero del gobierno se adapte a los tiempos y gustos cambiantes.
En una muestra de determinación para mantener viva la industria ballenera en las próximas décadas, Kyodo Senpaku construirá una nueva nave nodriza de 6,000 millones de yenes (46 millones de dólares) que será lanzada el próximo año en sustitución del envejecido Nisshin Maru.
Pero la incertidumbre permanece
La caza de ballenas está perdiendo apoyo en otras naciones balleneras como Islandia, donde sólo queda un ballenero.
Las ballenas también pueden estar alejándose de las costas japonesas debido a la escasez de paparda, un alimento básico en su dieta, y otros peces posiblemente debido al impacto del cambio climático, señaló Kubo.
La caza de ballenas en Japón involucra sólo a unos pocos cientos de personas y un operador y representó menos del 0,1% del consumo total de carne en los últimos años, según datos de la Agencia de Pesca.
Aún así, los legisladores gobernantes conservadores apoyan firmemente la caza comercial de ballenas y el consumo de su carne como parte de la tradición cultural de Japón.
FUENTE: AP / Gestión