Un estudio revela que los ejemplares de ballenas francas del Atlántico Norte (Eubalena glacialis) nacen ahora con aproximadamente un metro menos en comparación a otros cetáceos de hace 40 años.
La ballena franca del Atlántico Norte (Eubalena glacialis) no solo es uno de los animales más amenazados de planeta, sino que es cada vez más pequeña. Los ejemplares que nacen ahora son, de media, un 7 % menos largos -aproximadamente un metro menos- que los de hace 40 años.
Aunque la medida de reducción es del 7 %, «también hay algunos casos extremos en los que las ballenas jóvenes son varios metros más cortas de lo esperado», según Joshua Stewart, uno de los firmantes de la investigación que así lo confirma, de la estadounidense Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA)
El experto destacó que ya se habían documentado «impactos importantes» en la vida de especies comerciales muy explotadas, especialmente en peces, pero hasta dónde conocen, «es la primera vez que se registra este tipo de impacto en un gran mamífero».
El estudio, que publica Current Biology y en el que participaron además el Acuario de Nueva Inglaterra, la Universidad Estatal de Oregón y la Institución Oceanográfica de Woods Hole, querían documentar los retos a los que se enfrentan la también llamada ballena franca glacial, según los cambios en sus características vitales, incluido el tamaño.
Ballena franca, «estudio ideal»
El equipo realizó un seguimiento de estas ballenas durante dos décadas para hacer mediciones de telemetría, al principio con aviones y más recientemente con drones, para identificar cualquier cambio en la longitud de los ejemplares.
La ballena franca glacial es un caso de estudio ideal porque han tenido un seguimiento constante durante cuarenta años, con información individual sobre edad y tamaño, además de registros detallados de los casos en que se enredan en los aparejos de pesca, una situación que, según Stewart, suele ser muy común.
Así se pudo evaluar los efectos que esos enredos graves y prolongados pueden tener a largo plazo de los animales, junto a otros posibles factores de estrés, como el ruido de los barcos, los choques contra ellos y las cambios en la disponibilidad de presas.
Los datos del estudio apuntan que los graves enredos en las artes de pesca son «uno de los factores de estrés asociados a las ballenas de menor tamaño».
Además, sugieren que el crecimiento atrofiado puede conducir a un menor éxito reproductivo y a una mayor probabilidad de enredos en las artes de pesca que pongan en peligro su vida.
«Cuanto más pequeño eres, menos reservas de energía tienes, y más difícil puede ser sobrevivir a un enredo grave o a una escasez sostenida de alimentos», explicó Stewart. «Así que es posible que estos cambios en el ciclo vital se traduzcan en impactos en la viabilidad de la población».
Reducir impacto de pesca y operaciones de buques
El experto recordó que de las ballenas francas del Atlántico Norte se tienen multitud de datos detallados, pero es posible que otras especies de las que no hay tanta información puedan vivir una situación similar, aunque no hay capacidad de detectarlo.
A la luz de los resultados, el equipo pidió que se fuercen las medidas de gestión para reducir el impacto de las artes de pesca y las operaciones de los buques.
Una de las coautoras del estudio, Amy Knowlton, del Acuario de Nueva Inglaterra (EE.UU), destacó que la aplicación de «soluciones probadas» como la reducción de las velocidad de las embarcaciones o el uso de cuerdas menos resistentes a la rotura son «medidas urgentes y fundamentales para evitar la extinción de esta especie».
En futuros estudios, los investigadores planean explorar si las ballenas hembras más cortas tienen menos crías y continuarán observando por fotogrametría el crecimiento y la condición corporal de los ejemplares para documentar otros posibles cambios a lo largo del tiempo.
FUENTE: RPP / EFE