«Esta actividad es intensiva en generación de empleo, descentralizada por naturaleza, contribuye a la seguridad alimentaria, puede ser practicada por empresas grandes, medianas o pequeñas.Además, reduce la presión sobre las especies en su medio natural e implica ser amigable con el medio ambiente», señala Alfonso Miranda, presidente del Comité de Pesca y Acuicultura de la Sociedad Nacional de Industrias.
Según la FAO, la acuicultura es la cría de organismos acuáticos, comprendidos peces, moluscos, crustáceos y plantas. Supone la intervención humana para concentrar poblaciones de peces, alimentarlas o protegerlas de los depredadores, así como poseer su propiedad. Se registra desde hace 4,000 años en China, donde se ha documentado producción de arroz y peces, pero recién desde 1970 comenzó a crecer su volumen a un ritmo de 7.5% anual en promedio. En la actualidad la producción acuícola alcanza las 114 millones de toneladas anuales (82 millones de animales y 32 millones de algas).
Si bien nuestro país se sitúa entre el segundo y el quinto lugar en la pesca de captura marina a nivel mundial, no existimos en el ranking de productores en acuicultura, donde destacan nuestros vecinos Chile y Ecuador, a pesar de tener grandes condiciones naturales para ello y ser los primeros productores mundiales de harina de pescado, base del alimento para las especies hidrobiológicas cultivadas. Tengamos en cuenta que los peces de crianza constituyen una fuente de proteína animal mucho más eficiente que el ganado vacuno, los cerdos y el pollo, ya que su índice de conversión por alimento puede ser la cuarta parte del primero y la mitad de los otros dos.
Debemos remarcar que esta actividad es intensiva en generación de empleo; descentralizada por naturaleza; contribuye a la seguridad alimentaria; puede ser practicada por empresas grandes, medianas o pequeñas; reduce la presión sobre las especies en su medio natural, e implica ser amigable con el medio ambiente. Ya hemos logrado destacados avances tecnológicos en los cultivos de langostinos, conchas de abanico y trucha, sin embargo, éstos enfrentan hoy en el Perú un grave riesgo de colapso.
Continuaremos señalando que las concesiones no son aceptadas como garantías prendarias, a pesar que lo estipula así la propia ley de acuicultura. Los productores sufren de una desprotección policial por encontrarse en zonas aisladas, y son víctimas de robos de sus cultivos y extorsión. Igual que otros sectores, en éste se padece la falta de infraestructura como vías de comunicación (sin un tren, que abarate los fletes, se pierde todo el inmenso potencial de la amazonía), puertos, etc., lo que le resta competitividad. El SANIPES debe ser un promotor de la acuicultura y de la conquista de mercados, en lugar de frustrar el crecimiento, como suele suceder. Falta ofrecer seguridad jurídica para atraer inversiones que apuesten por el largo plazo, y evitar el burocratismo con su interminable letanía de trámites y superposición de autoridades. Finalmente, hay que darle soporte en medio de esta grave crisis, que se vive en los mercados mundiales, distorsionados por un virus que parece inagotable.
El Ministro de la Producción José Salardi ha comenzado a actuar, y parece encaminado a dirigir personalmente las acciones para la consolidación de la acuicultura, como elemento de una verdadera diversificación para el empleo y la riqueza. Hagamos realidad el sueño de ver esta actividad en las próximas décadas como la segunda generadora de divisas, después de la minería; convertida en gran fundamento para el trabajo digno y en las zonas más remotas, así como un baluarte para la seguridad alimentaria. Nos sobran condiciones naturales, talento y manos trabajadoras. Que cada uno cumpla con su compromiso con la historia del Perú.
Por Alfonso Miranda Eyzaguirre / diario Expreso