A menos de dos meses para que termine el año, se hace necesario hacer un recuento de las actividades pesqueras y del impacto de la COVID-19, especialmente en las dimensiones socioeconómicas del sector. Lo que se puede evidenciar hoy es que la actividad pesquera se va recuperando, sin embargo, subsiste la incertidumbre respecto al comportamiento de la COVID-19 en las próximas semanas y cómo afectará al sector.
La pandemia ha traído como consecuencia la muerte de miles de peruanos, probablemente son de todas las profesiones, ocupaciones y oficios y entre ellas están los pescadores industriales y artesanales. No hay un recuento completo ni actualizado del número de fallecidos ni de infectados en este sector. Lo que sí podemos afirmar es que hemos estado transitando por una larga meseta, buscando adaptarnos a ella, con una notoria reducción de fallecidos diarios en las últimas semanas.
Impactos económicos diferenciados en la pesca peruana
Las actividades pesqueras para el consumo humano directo ( CHD) siendo la principal, por lejos, la pesca artesanal, fueron consideradas esenciales durante la cuarentena, pero tuvieron importantes limitaciones para su desarrollo: protocolos de bioseguridad, desplome de la demanda debido al cierre de restaurantes y de las exportaciones a países como China ( principal destino de nuestras exportaciones pesqueras) y a la creciente preocupación al contagio. Ello precipitó una importante contracción de los desembarques, productos que eran destinados prioritariamente para la venta a través de los mercados.
Contracción
En la pesca para harina de pescado también hubo un gran impacto, pero en parte debido a los magros resultados de la segunda temporada del 2019. En el stock centro norte de la anchoveta (aprox. 95% de las capturas peruanas) existe un régimen de dos temporadas y las correspondientes vedas entre ellas. Las primeras temporadas empiezan con gran frecuencia entre fines de abril e inicios de mayo. Aun cuando no era actividad esencial, estaba paralizada, como todos los años, en el lapso indicado.
A inicios del segundo semestre, entre julio y agosto, los volúmenes de exportación ya se habían recuperado a los niveles del 2019, luego de la gran contracción, en especial, la harina de pescado y los productos congelados, cuya comercialización de conservas nunca se contrajo. Esto es relevante porque a lo largo del tiempo los volúmenes de productos congelados y los ingresos que generan han sido crecientes. Es un escenario sin COVID-19, el valor de las exportaciones de todo el CHD hubiera sido igual al logrado por la harina de pescado, algo que únicamente había ocurrido como consecuencia del catastrófico Fenómeno del Niño de 1983.
Subsiste la incertidumbre respecto al comportamiento de la COVID-19 en las próximas semanas y a la evolución de las actividades en general y de la pesquería en particular. A esto se suma, la incertidumbre respecto a si habrá o no pesca, sobre las dimensiones de la anunciada segunda ola y sobre la extensión de la inmunidad.
La evolución de esta pandemia en el país y la reacción de los mercados al riesgo de contagio serán claves para la plena recuperación pesquera en los próximos meses. Hace unas semanas surgieron alertas para productos como los langostinos y recientemente para el salmón, en relación a ser causantes de contagios de COVID-19. Ambas alertas fueron en China, nuestro principal comprador, país que además ha anunciado mayores requisitos para la trazabilidad de sus importaciones pesqueras. Tomemos nota.
FUENTE: RPP/ Juan Carlos Sueiro