La localidad de Iberia en Madre de Dios y el río Tahuamanu forman parte del paisaje Purús Manu, el cual alberga uno de los más altos niveles de biodiversidad en el mundo y donde un grupo de pobladores se ha organizado para pescar sosteniblemente.
Candelaria Añez se despide de sus nietos con abrazos. Sale junto a su esposo de la casa en la que viven en la localidad de Iberia, en la región Madre de Dios, y caminan unos minutos hasta el puerto para embarcarse en un peque-peque, como se llama a uno de los medios de transporte más utilizados en la Amazonía de Perú y cuyo nombre está asociado al sonido del motor que impulsa al pequeño bote de madera. Añez sigue la misma rutina desde hace más de 40 años y cuatro veces al mes, desde que se casó a los 25. Ahora tiene 67 y dice sentirse cansada, así que a veces reduce los viajes de pesca a la mitad.
Aunque en el Perú no es usual ver a las mujeres involucradas en las faenas de pesca, en Iberia cumplen un rol clave en esta actividad económica. Algunas viajan durante días, muchas veces en compañía de sus esposos, para extraer peces del río Tahuamanu. Otras tienen a su cargo la comercialización de pescado en los mercados locales. Y muy pocas, como Candelaria Añez, se desenvuelven en las dos tareas.
Añez, además, es una de las lideresas de la organización a la que pertenece, la Asociación de Pescadores Artesanales de Tahuamanu. Ella fue socia fundadora de la asociación y, desde ese momento, ha ocupado el cargo de fiscal.
“Mi labor es fiscalizar, ver qué irregularidades se están dando en la pesca”, cuenta Añez. “A mí, desde pequeña, mi papá me enseñó que cuando hay peces pequeños, tienes que soltarlos, dejarlos crecer, así como dejas crecer a tus hijos”, explica. Sin embargo, no todos los pescadores de Iberia recibieron la misma lección de sus padres.
Pesca segura
Conservar los recursos del río Tahuamanu no es fácil, asegura Frank Flores, biólogo y especialista en manejo y monitoreo de recursos naturales para la Sociedad Zoológica de Fráncfort (FZS). El rápido crecimiento de la población de Iberia se ha convertido en una gran amenaza para los recursos pesqueros y hasta hace poco los pobladores de la zona no estaban organizados, el río era “tierra de nadie”, cuenta el ingeniero pesquero Percy Coral.
En el año 2015, Coral empezó a trabajar como consultor para la FZS. Esta organización ambiental promueve la conservación de la biodiversidad y la seguridad de los pueblos indígenas del paisaje Purús Manu, del cual Iberia y el río Tahuamanu forman parte. Los expertos se han enfocado todo este tiempo en darle soporte y capacitación a los pescadores organizados en dos asociaciones, conformadas por 43 familias en total.
La meta siempre fue promover una pesca más responsable que a la vez se adaptara a sus necesidades. Así fue como, en el 2015, lograron que la Dirección Regional de la Producción (DIREPRO) de Madre de Dios les entregara su primer Plan de Manejo Pesquero para el río Tahuamanu.
Para conseguirlo, los pescadores de Iberia pasaron por una serie de talleres en los que aprendieron temas relacionados a salubridad, vedas, captura responsable y manejo sostenible de las cinco especies de peces de mayor importancia económica en la zona: el zúngaro amarillo, la doncella, el puma zúngaro, el achacubo y el boquichico.
Añez cuenta que ella ya manejaba la mayor parte de los temas que fueron conversados en los talleres. Sin embargo, asegura que para muchos de sus compañeros fue crucial participar en las capacitaciones. Explica que los que asistieron a estas reuniones son ahora parte de alguna de las dos asociaciones de pescadores y que solo sus miembros tienen permiso para pescar en el Tahuamanu.
Las amenazas no han desaparecido
“Mucha gente que no tiene permiso sale a pescar”, se lamenta Candelaria Añez y luego recuerda un episodio vivido hace tan solo un par de meses. “Vi en el mercado que vendían una doncella mucho más pequeña que el tamaño permitido. Le pregunté a la vendedora quién se lo había llevado y me dio el nombre de la pescadora, que no era parte de ninguna asociación,” cuenta. “Fui hasta su casa y le pregunté por qué sacaba peces tan pequeños. Ella no sabía nada del tema. Le expliqué que necesita un permiso para poder pescar en este río y que si seguía pescando sin respetar, yo la podría denunciar.”
Coral asegura que en las temporadas altas de pesca, hay mucha gente externa a las asociaciones que ingresa al río a pescar. Estima que hay unos 50 pescadores, además de los 43 asociados, que se mueven por el río informalmente. Por esta razón, contar con un plan de manejo es clave y la DIREPRO Madre de Dios debe ceñirse estrictamente a él, indica el ingeniero pesquero. “La DIREPRO ha seguido otorgando autorizaciones después de entregado el plan de manejo”, comenta y explica que esto hace que estos pescadores no sean “del todo informales, pero su presencia sí está generando un conflicto.”
Por su parte, el ingeniero Eusebio Carpio, Director de Extracción y Pesca Artesanal de la DIREPRO, comenta que “la decisión de dar el permiso no solamente la toma la dirección regional de la producción”. Explica que, para otorgar un permiso, siempre solicitan el visto bueno de la asociación, a través de su presidente. Sobre la fiscalización, dice que quisieran poder tener más control pero la institución cuenta con solo tres personas, las cuales deben encargarse de las tareas de fiscalización en las tres provincias de la región. “Necesitamos del apoyo de los pescadores en lo que es el control. Ellos son pequeños empresarios y deben cuidar el recurso también”, agrega.
“Vamos río arriba por un buen rato, hasta que llegamos hasta el sitio en el que queremos pescar. Yo siempre voy en la parte delantera del bote, de puntera, y mi esposo de motorista”, narra Candelaria Añez. Ella y su esposo pescan en la noche y luego duermen en alguna playa, a orillas del río. “Me gusta dormir en la playa, sentir la tranquilidad del río y comer lo que recién he sacado del agua”, relata con calma. Cuenta que a la mañana siguiente salen nuevamente a pescar con sus anzuelos y así pasan varios días río arriba.
“A veces tengo buena pesca, a veces no”, dice Añez. Por cada viaje saca entre 400 y 600 soles, que es suficiente para ellos y para mantener a sus hijos y nietos. “Lo que más cuido es el alimento de mi familia”, asegura.
Jorge Escompani preside la asociación de la cual Añez es fiscal. Sus viajes de pesca duran ocho días, según él, porque “los pozos donde se pesca bien están río arriba”. Luego, pasa cuatro días en Iberia comercializando el pescado antes de volver a salir de viaje.
La asociación les ha generado muchos beneficios, dice Escompani. Los socios ahora realizan una pesca responsable, ya no pescan en temporada de desove, no ponen las mallas de lado a lado del río, respetan las vedas y los tamaños mínimos por especie. Además, el estar reconocidos por registros públicos les ha permitido postular a fuentes de financiamiento estatales y privadas.
“Como asociación y en coordinación con la municipalidad de Iberia hemos postulado a un Procompite,” dice Escompani. Cuenta que la asociación postuló a este fondo concursable que otorga el Estado a las mejores propuestas productivas y ahora están implementando el plan de negocio que presentaron. Explica que han comprado una balsa para guardianía de sus embarcaciones, han puesto ecosondas en algunos de sus botes para identificar dónde se encuentran los peces y han mejorado el sistema de frío con el que contaban. Mientras tanto, están formulando un proyecto que presentarán al Programa Nacional de Innovación en Pesca y Acuicultura (PNIPA) del Ministerio de la Producción.
Para Escompani, sin embargo, uno de los mayores beneficios de haber formado la asociación y de tener el plan de manejo es que ahora pueden realizar actividades de control y vigilancia en el río. “Nosotros salimos a hacer operativos inopinados, caiga quien caiga”, precisa. “Nos programamos los dirigentes de las asociaciones y salimos para ver si encontramos a pescadores que están usando aparejos de pesca que no sean legales, que colocan sus mallas de banda a banda del río, o que estén realizando otras actividades no permitidas”.
Flores, de FZS, afirma que el ordenamiento de la actividad pesquera beneficia también a las poblaciones de peces que viven en el Tahuamanu y a la conservación del paisaje Purús Manu en general. “La idea es que las poblaciones de peces se mantengan y que no se vean amenazadas”, dice. El problema, añade Flores, es que “muchas personas no quieren entrar al trabajo ordenado que se realiza con la DIREPRO y pescan como infractores”. Por ello, señala que es urgente contabilizar cuántas personas realmente están pescando en el río de manera informal.
Planeando para un futuro sostenible
A pesar de que se ha avanzado en ordenar la actividad pesquera, Flores cree que aún hay un largo trecho por recorrer. “Falta cerrar una brecha, se debe pensar en cómo generar un producto con valor agregado, que tenga mejores condiciones para que tenga más valor y los pescadores generen más ingresos”.
Escompani también piensa en el futuro. “Los peces no son solo para nosotros, también deben estar ahí para nuestros hijos y para nuestros nietos”, dice. Él ha cedido a la asociación una pequeña laguna que está dentro de su terreno para que todos puedan realizar actividades de crianza de peces. Hasta el momento han sembrado 2500 pacos (Piaractus brachypomus), 1000 boquichicos (Prochilodus nigricans) y 500 carachamas (Lyposarcus pardalis) que van a poder ser aprovechadas en aproximadamente ocho meses. Lo que buscan es disminuir la presión sobre las poblaciones naturales que habitan el Tahuamanu.
Flores, de FZS, afirma que el ordenamiento de la actividad pesquera beneficia también a las poblaciones de peces que viven en el Tahuamanu y a la conservación del paisaje Purús Manu en general. “La idea es que las poblaciones de peces se mantengan y que no se vean amenazadas”, dice. El problema, añade Flores, es que “muchas personas no quieren entrar al trabajo ordenado que se realiza con la DIREPRO y pescan como infractores”. Por ello, señala que es urgente contabilizar cuántas personas realmente están pescando en el río de manera informal.
FUENTE: Mongabay Latam