Pescadores de Chimbote, en la región de Ancash, al norte de Lima, trabajan en la protección de la Chita, una especie valorada por su carne y su alta demanda, en un área de un kilómetro y medio desde hace cerca de una década.
Son las cuatro de la mañana y un grupo de pescadores en la ciudad de Chimbote, a 422 kilómetros al norte de Lima, llega a las peñas de las playas Campamento Atahualpa y Vesique donde se encuentra el área en la que resguardan a la Chita (Anisotremus scapularis), un pez altamente valorado por su carne. Su llegada a estas horas del día marca el relevo del otro grupo de pescadores que estuvo vigilante durante toda la noche. Ante la necesidad de seguir pescando como lo habían realizado en años anteriores, se han organizado para proteger a la Chita frente a la pesca ilegal que se ha incrementado en las últimas décadas.
“Este es el lugar donde se conserva la Chita en Chimbote porque estamos aquí día y noche. Si nos descuidamos un momento, vienen los que tiran los explosivos y desaparecen el pescado. Nosotros elegimos ubicarnos aquí porque era el único refugio”, dice Gabriel Vásquez, quien a sus 59 años y por iniciativa propia es parte del grupo de pescadores que lidera el proyecto para la preservación de la Chita.
En esta zona de Chimbote, la pesca es una de las principales actividades productivas desde tiempos milenarios. En 2022 la ciudad fue declarada como Capital Histórica de la Pesca y de los Recursos Hidrobiológicos, sin embargo, diversos factores como la contaminación y la actividad ilegal han afectado el ecosistema marino. Para los pescadores y marisqueros artesanales dedicados a la protección de especies como la Chita en Chimbote, la labor no ha sido fácil.
Un refugio contra la pesca ilegal
El proyecto de conservación de la Chita abarca cerca de kilómetro y medio entre los cerros Vesique, La Cocina y Atahualpa en las costas de Chimbote, en la bahía de Samanco. Al ser pescadores de peña —es decir, que pescan desde las rocas—también protegen los lados de los cerros que colindan con el mar. La finalidad, señalan los pescadores, es proteger a la especie y hacer sustentable la pesca artesanal que aprendieron de generaciones anteriores para proveer a la canasta familiar y al mercado local.
Para Juan Carlos Sueiro, director de Pesquerías de Oceana y exconsultor de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), “la Chita es una especie de un alto valor comercial, pero vulnerable ya que su ubicación está muy cerca a la costa”. Esta especie, presente en zonas rocosas y arenosas es aprovechada por los pescadores artesanales durante todo el año con excepción de la corta temporada de desove.
“Nosotros pescamos con línea o cordel, respetamos las vedas de Chita y cuidamos. Es por eso que el pescado se ha mantenido en esta zona. Desde hace años trabajamos aquí y al ver que [los ilegales] venían a amenazarnos y tiraban dinamita al mar nos preguntamos qué podíamos hacer para refugiarnos, cuidar de las especies y seguir en la pesca”, dice Gabriel Vásquez al recordar lo que motivó a los pescadores artesanales a organizarse.
Desde entonces, hace cerca de 30 años, Vásquez y cerca de 40 pescadores se turnan para resguardar este lugar en Chimbote de acuerdo a sus horarios de pesca. “El sueño de nosotros es concretar un área de cuidado y trabajo que esté reconocido por las autoridades. Como pescadores dependemos de nuestro trabajo y de las especies para llevar un sustento a nuestras casas”, señala.
El uso de explosivos y de redes de arrastre operadas por buzos son métodos prohibidos según el Reglamento de la Ley General de Pesca y la resolución que precisa el uso de redes en zonas rocosas de menor profundidad. Sin embargo, según Sueiro, de Oceana, “la pesca con explosivos es una práctica antigua que permanece en zonas donde no hay desarrollo urbano cerca. [Los pescadores ilegales] eligen lugares donde los pueblos son pequeños o están relativamente lejos, donde hay acantilados, lo cual permite cierta impunidad”.
“Nosotros pescamos con línea o cordel, respetamos las vedas de Chita y cuidamos. Es por eso que el pescado se ha mantenido en esta zona. Desde hace años trabajamos aquí y al ver que [los ilegales] venían a amenazarnos y tiraban dinamita al mar nos preguntamos qué podíamos hacer para refugiarnos, cuidar de las especies y seguir en la pesca”, dice Gabriel Vásquez al recordar lo que motivó a los pescadores artesanales a organizarse.
Desde entonces, hace cerca de 30 años, Vásquez y cerca de 40 pescadores se turnan para resguardar este lugar en Chimbote de acuerdo a sus horarios de pesca. “El sueño de nosotros es concretar un área de cuidado y trabajo que esté reconocido por las autoridades. Como pescadores dependemos de nuestro trabajo y de las especies para llevar un sustento a nuestras casas”, señala.
El uso de explosivos y de redes de arrastre operadas por buzos son métodos prohibidos según el Reglamento de la Ley General de Pesca y la resolución que precisa el uso de redes en zonas rocosas de menor profundidad. Sin embargo, según Sueiro, de Oceana, “la pesca con explosivos es una práctica antigua que permanece en zonas donde no hay desarrollo urbano cerca. [Los pescadores ilegales] eligen lugares donde los pueblos son pequeños o están relativamente lejos, donde hay acantilados, lo cual permite cierta impunidad”.
La defensa de una especie amenazada
Si bien Gabriel Vásquez y los pescadores de Chimbote realizan el cuidado de esta área para la protección de la Chita, la pesca con explosivos y el uso de cercos por parte de buzos se han convertido en los principales enemigos de sus esfuerzos.
Desde el 2018, los pescadores han denunciado la presencia de personas que arrojan explosivos y el ingreso de buzos con redes para depredar las especies de la zona. El saqueo a estas aguas viene acompañado de amenazas con armas de fuego contra los pescadores que protegen el lugar, lo cual genera temor.
“Estas personas ilegales esperan a que todos los que cuidan del área resguardada se vayan a sus casas e ingresan con los explosivos”, dice Almensor Gómez de 63 años, presidente de la Asociación de Pescadores Artesanales de San Pedrito, quien fue uno de los primeros guardianes de la conservación de la Chita en este espacio en Chimbote. Gómez recuerda que compraron hondas y consiguieron piedras porque no sabían cómo defenderse de los pescadores ilegales.
La alteración del ecosistema marino que los ilegales ocasionan se refleja también en la sobreexplotación de recursos. A diferencia de los ocho kilos diarios que pueden capturar los pescadores que protegen esta zona, los ilegales realizan una captura voluminosa que, según especialistas, llega a los 500 kilos aproximadamente. Como consecuencia, el impacto se extiende a los pescadores, quienes cada vez encuentran más desafíos para solventarse con la pesca de Chita como hace décadas.
Almensor Gómez recuerda que solían extraer esta especie teniendo en cuenta las temporadas, pero la pesca ilegal ha ganado más espacio con el pasar de los años, y sus pedidos y gestiones a las autoridades siguen sin tener respuestas concretas. “Se hace guardia y no hay apoyo. Se hace el trabajo de cuidar la especie y se busca de qué forma proteger el lugar a nivel de santuario. Quizá se podría hacer un área regional protegida, pero eso requiere estudios científicos y es costoso llevar a biólogos y hacer análisis para tener un trabajo consensuado”, dice el pescador.
El reconocimiento del ordenamiento pesquero por parte de las autoridades competentes permitiría un monitoreo de la conservación de las especies marinas, en particular de la Chita, y un espacio de trabajo para el aprovechamiento de las mismas. “La zona podría convertirse incluso en un corredor turístico para que llegue la gente y nosotros continuaríamos con el cuidado de la Chita“, dice Vásquez.
Fuente: Mongabay Latam